Origen
“Origen” es la primera chispa de una historia mayor. En esta obra, las figuras se levantan como columnas humanas que sostienen la memoria de la humanidad. Son rostros que se repiten, se entrelazan, se fragmentan, pero que miran en la misma dirección, como si compartieran un mismo pulso vital: el inicio de la sociedad. Aquí, el comienzo no es individual, sino colectivo.
La composición revela que la creación de lo humano estuvo marcada por la uniformidad de un espíritu común. Cada rostro parece distinto, pero al mismo tiempo comparte la misma materia pictórica, el mismo color que lo conecta al resto. “Yo soy tú”, parece susurrar cada mirada, recordándonos que el origen no fue un acto solitario, sino un entramado inseparable de identidades.
En esa geometría cubista, lo fragmentado no es aún ruptura, sino unión. La obra nos invita a pensar que, antes de las diferencias, existió un estado de comunidad primigenia. Un estado en el que cada parte de uno era parte de otro, donde no había líneas que separaran, sino apenas reflejos que se prolongaban.
El cromatismo vibrante funciona como un código emocional. Los azules y verdes transmiten continuidad y fluidez, mientras que los naranjas y rojos incendian la tela con energía vital. La combinación no busca el equilibrio, sino el movimiento constante, como si la humanidad misma estuviera en un proceso de gestación perpetua.
Los ojos, omnipresentes, observan en silencio. Son testigos del nacimiento, guardianes de un pasado común y espejos que devuelven al espectador su propia condición de ser parte. Cada mirada es diferente, pero todas son parte de una misma conciencia. Aquí no hay jerarquías: todas las presencias son necesarias para que la multitud exista.
“Origen” habla de lo que fuimos, pero también de lo que olvidamos. En el fluir del tiempo, las sociedades comenzaron a fragmentarse, a levantar muros entre lo que antes era espejo. La obra deja entrever esa tensión: la belleza de la unión inicial frente a la inevitabilidad de la separación futura.
Sin embargo, en su intensidad cromática y en la cadencia de las formas, permanece un llamado. Un recordatorio de que aún compartimos componentes invisibles, que la raíz común late bajo las capas de diferencia. La obra se convierte así en un manifiesto silencioso que nos devuelve a lo esencial.
En “Origen”, la multitud no es ruido, sino canto. Es el eco de una humanidad que alguna vez miró en una sola dirección, que nació como una comunidad indivisible, y que todavía guarda, en lo más profundo, la certeza de que todos somos reflejo de todos.